Según lo veo yo, infravalorados. La guapura de Morrison eclipsa para muchos la música tensa y sabrosa. Pero, ¡ay!, a mí me suena a rocanrol. A mí me suena a blues. Podría hablar de los teclados, de la rabia, de la voz, del desierto y del alcohol, de las drogas y de las letras, de la variedad desconocida, de cómo me hacen bailar. ¡Bailar, sí! Pero hace tiempo que me evitan las palabras y las ganas.
Hoy me escribió la chica misterio. La encontré hace tiempo comiendo una hamburguesa sentada en el suelo, en algún rincón; me acerqué y conectamos. Luego se esfumó. Me escribe correos a traición que me pillan siempre con la guardia por los suelos y la inspiración a media asta. Me acuerdo de su pelo rizado y sus susurros, de sus dedos manchados de mostaza y de sus formas tranquilas.
Aquí suelto la canción. Voy a buscarla, camino de Tangie Town. Quizás quiera verme aún.
Maggie McGill cierra 'Morrison Hotel' (1970). Un disco impecable.